En un sector donde solo el 11% de los trabajadores son mujeres, estas dos sanjuaninas desafiaron los estereotipos y montaron una fábrica de sillas que hoy emplea a otras mujeres y sueña con crecer desde Punta del Médano, “ese pueblo allá en el fin del mundo”.
En el marco del Día de las y los Trabajadores, la historia de Reina Díaz y Ana “Anita” se erige como símbolo de esfuerzo, empuje y transformación en un sector históricamente masculinizado: la metalurgia.

A unos 50 minutos de la ciudad de San Juan, en la localidad rural de Punta del Médano (departamento Sarmiento), funciona un taller que produce sillas apilables, mesas y camas cuchetas. Lo que hace especial a este espacio no es solo su capacidad de producción, sino que está completamente gestionado y sostenido por mujeres: Reina, sus dos hijas y una vecina que dejaron los parrales para aprender oficios industriales.
“Nuestro fuerte son las sillas apilables. Producimos en grandes cantidades para vender a mayoristas y comercios”, cuenta Reina mientras riega el patio de la fábrica y hace una pausa con mate en mano. La materia prima la descargan ellas mismas del camión. Luego cortan, doblan, esmerilan, sueldan, pintan, colocan madera y tapizan. Cada etapa del proceso productivo pasa por sus manos.
La historia comenzó con una necesidad doméstica: las hijas de Reina no tenían cama. Su esposo tenía una soldadora y decidieron fabricarlas ellos mismos. Las camas se secaban en la vereda cuando alguien pasó y preguntó si las vendían. Así nació el emprendimiento.
Los comienzos fueron humildes: “Plantamos cuatro palos en una finca descampada y empezamos de nuevo gracias a un amigo que necesitaba sillas para su servicio de lunch y nos compró la dobladora”, recuerda Reina. Hoy, el taller creció y sus productos están en toda la provincia: cámaras de comercio, sindicatos, servicios de catering. “Nos da orgullo cuando vuelven y nos dicen: ‘Me sorprende ver a una mujer en la metalurgia’”, confiesa.

Anita, además de estudiar enfermería, representa el alma inquieta del equipo. “Soy parte del ‘gran soldador’”, bromea entre risas. “Lo que más me gusta es soldar y tomar medidas, pero hago de todo: pintar, tapizar, armar.” También recuerda con entusiasmo haber representado a Sarmiento en la feria Emprendedora del Sol, experiencia que le dejó herramientas, formación y una red de contactos valiosa.
Según un relevamiento reciente de ADIMRA (Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina), las mujeres representan solo el 11% del personal en las empresas del sector, y apenas el 17% de las compañías tienen una mujer en puestos directivos. Reina y Anita no solo rompen ese techo de hierro: lo están fundiendo y rearmando a su manera.
“Mi sueño es tener una gran empresa aquí, en este pueblo allá en el fin del mundo, y que haya muchas mujeres trabajando —dice Reina con convicción—. Hombres también, claro. Pero me encantaría que más mujeres tengan esta oportunidad.”
En un país donde todavía persisten desigualdades estructurales de género en el mundo del trabajo, historias como las de ellas forjan futuro. Y lo hacen soldadora en mano.