El caso de María Soledad Morales no es solo uno de los primeros femicidios en Argentina que provocó una ola de indignación social, sino también una historia que expuso las conexiones turbias entre el poder y la impunidad. En el documental de Netflix María Soledad: El fin del silencio, dirigido por Lorena Muñoz, se revive esta dolorosa historia, centrándose en los testimonios de sus amigas, compañeras de escuela y aquellos que lucharon por la justicia.
El crimen tuvo lugar en Catamarca, una provincia que, en 1990, parecía dominada por un sistema feudal. El cuerpo de María Soledad, de tan solo 17 años, fue hallado en un descampado, desfigurado y con claras señales de abuso sexual. Este hallazgo no solo destapó un delito atroz, sino también una trama de encubrimientos, mentiras y poder que envolvía a figuras políticas de la provincia. Los responsables no eran desconocidos; se trataba de hombres protegidos por su estatus, lo que elevó el caso de un simple crimen a un escándalo nacional.
Lo impactante del documental es que no busca solo recrear los hechos del caso, sino también contextualizarlos para las nuevas generaciones. A través de los relatos de quienes conocieron a María Soledad de cerca, como sus compañeras del colegio religioso donde estudiaba, se va trazando una línea que une los últimos momentos de su vida con las profundas implicaciones sociales y políticas que generó su asesinato.
El fin de semana en que fue asesinada, María Soledad asistía a una fiesta organizada por sus amigas para recaudar fondos para su viaje de egresadas. Ironías de la vida, la llamaron “La noche de la sorpresa”, sin saber que sería la última vez que la verían con vida. Las amigas recuerdan que María Soledad tenía previsto encontrarse con Luis Tula, un hombre 11 años mayor, que alguna vez fue su “primer amor”, aunque de esos amores imposibles que nunca deberían haber sido.
A partir de ese encuentro, todo se convierte en una sombra. Los detalles exactos de lo que sucedió se han discutido hasta el cansancio en los medios y en los tribunales, pero el documental de Muñoz elige no enfocarse solo en la brutalidad del acto. En su lugar, nos lleva a explorar las secuelas: los encubrimientos políticos, los falsos testigos, las amenazas que recibieron los involucrados en la investigación, y las Marchas del Silencio que sacudieron a Catamarca y a todo el país.
El nombre de Luis Tula y Guillermo Luque, hijo de un diputado, se escucharon constantemente durante los juicios. Ambos terminaron en prisión, aunque sus condenas se vieron acortadas por “buena conducta”. Sin embargo, su culpabilidad sigue siendo una herida abierta para la familia Morales y para todos los que lucharon por la justicia.
María Soledad: El fin del silencio también revela la intervención del gobierno nacional, que envió a figuras como Luis Patti, un polémico policía, para “resolver” el caso. La película muestra las tensiones entre la justicia, los medios y el poder político, con testimonios de personajes clave como la madre Martha Pelloni, quien lideró las marchas pidiendo justicia, y el fiscal Taranto, encargado de llevar adelante los dos juicios, en 1996 y 1997.
Muñoz, con su experiencia en documentales biográficos como Gilda y El Potro, maneja la narración con una sensibilidad especial. Aunque algunos pueden criticar el uso de música para subrayar momentos dramáticos, el documental no se desmorona por ello. Lo que queda claro es que hay algo en estos crímenes que fascina y horroriza al público, como también lo demuestran otros casos como los de José Luis Cabezas y María Marta García Belsunce.
A través de imágenes de archivo, escenas de los juicios, y entrevistas con personas clave, el documental da voz a aquellos que aún buscan respuestas. No se trata solo de revivir un crimen, sino de dejar claro que el silencio nunca será una opción cuando la verdad está en juego.
Qué fue de la vida de Luque, Tula y los padres de María Soledad
Guillermo Luque, hoy de 58 años, le dieron 21 años de prisión el 28 de febrero de 1998 por la “violación seguida de muerte agravada por el uso de estupefacientes” de María Soledad, pero estuvo preso solamente 14 años, salió de la cárcel de Catamarca en abril de 2010 bajo libertad condicional por “buena conducta”. La última información que se conoció de él fue consignada por Clarín en 2020 y es que todavía vive en el centro de Catamarca, tuvo un hijo y se mantiene con las rentas de las propiedades que le dejó su familia.
Luis Tula -hoy de 63 años- resultó sentenciado por igual delito pero a 9 años como “partícipe secundario”. Quedó libre el 22 de abril de 2003, ya recibido de abogado intramuros.
Ada, la mamá de María a Soledad, a sus 74 años, sigue denunciando que hubo justicia a medias: “Se conformaron con condenar a dos y con eso les alcanzó, total no son sus hijos”, expresó al cumplirse un nuevo aniversario del crimen de su hija. Elías, el papá, que soportaba una profunda tristeza igual que su mujer, murió el 1° de agosto de 2016 víctima de un ACV.