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Durante la siesta del lunes 15 de mayo, Antonio Pelaytay fue condenado a prisión perpetua por haber asesinado a su pareja de un disparo en la cabeza proveniente de un arma tumbera. A cinco meses y días del último femicidio que se registró en San Juan, se realizó un juicio abreviado y el acusado que confesó el crimen en el mes de abril fue condenado por homicidio agravado por el vínculo y en contexto de violencia de género.

 

Los hermanos e hijas de Susana Pérez llegaron hasta Tribunales y fueron acompañadas por las integrantes de la organización civil, Familias Unidad por el Dolor del Femicidio y en dialogo con 911mujer comentaron el calvario que vivió la víctima antes de ser asesinada por su pareja.

 

“Nuestro trabajo no es solo acompañar a las familias. También hablamos con los vecinos y cercanos de las víctimas y en este caso en dialogo con algunas personas nos contaron que era habitual escuchar los insultos de Antonio contra Susana”, dijo Victoria Villalón.

 

Otro detalle que pudieron conocer y que dejó al descubierto la conducta posesiva y manipuladora del femicida es que por sus celos obligaba a Susana a estar siempre con ropa de abrigo y en pleno verano le exigía que usara medias altas para evitar que sea le vea alguna parte de su cuerpo.

 

Además, Susana había sido completamente aislada ya que solo salía a trabajar por las mañanas a la puerta del hospital Dr. Federico Cantoni y regresaba a su casa. “Sus hijas no la visitaban porque este hombre se ponía muy violento incluso delante de ellas”, dijo Victoria a 911mujer.

 

El caso

María Susana Pérez tenía 53 años. Pelaytay la mató de un disparo en la cabeza en la casa que les prestaban en Joaquín Uñac (conocida como Mendoza), metros al Norte de Calle 10, en Pocito.

 

La autopsia practicada en el cuerpo de la víctima reveló que su atacante no le provocó otra lesión más que ese disparo con una escopeta casera que le destrozó el cráneo en la parte superior, dejándole una veintena de perdigones desparramados en el interior de su cabeza.

 

Eso ocurrió el 3 de diciembre del año pasado, alrededor de las 20. Según fuentes de la investigación, apenas la mujer recibió el disparo, su pareja fue al hospital de Pocito a pedir ayuda y a los enfermeros les dijo que ella misma se había autolesionado en el cuello. Cuando llegaron, se toparon con la víctima en un charco de sangre, pero aún con vida y con una herida en la parte superior de la cabeza. “Qué te hicieron, que te hicieron”, le habrían escuchado decir también a Pelaytay, que tenía su remera con manchas de sangre.

 

Esas inconsistencias en su relato, fueron los primeros síntomas de que las cosas no parecían ser lo que decía Pelaytay. Por eso cuando cargaron en la ambulancia y partieron, llamaron a la Policía. Y fueron los uniformados los que terminaron por llevarse preso a ese sujeto, cuando llegaron y se toparon con un desorden que -dijeron- no estaba cuando llegaron los enfermeros, incluida una puerta rota en el fondo, el lugar por el cual ambos solían entrar a la vivienda.

 

La mujer dejó de existir minutos antes de las 23. Era oriunda de Mendoza y madre de dos hijas de una pareja anterior. Con Pelaytay tenían un kiosco en la casa, de donde los vecinos los veían salir casi todos los días a las 5: él a vender café en el hospital. Ella a vender pan y semitas.

 

El hombre, según la acusación, era muy violento con ella: estaba acostumbrado a maltratarla y hasta golpearla.
Arrinconado por las pruebas, el sospechoso admitió su autoría y, a través de su defensora Filomena Noriega, acordó con el fiscal Francisco Micheltorena (UFI Delitos Especiales) ser castigado con perpetua.