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El 20 de julio de 1969 fue un día histórico para la humanidad. Un grupo de astronautas, enviados por Estados Unidos y la URSS (ex Unión Soviética; hoy Rusia), llegaron a la Luna. Esa fecha quedó en la conciencia colectiva como un logro de todo el mundo y años después un argentino logró que se instale como una fecha para celebrar la amistad. 911mujer habló con la licenciada en psicología Valentina Sosa, quien además es Investigadora en IIPBA, Integrante del Foro de DDHH y Salud Mental de San Juan e integrante de la Red de Psicólogxs Feministas de San Juan sobre la amistad entre mujeres.

La profesional detalló sobre la importancia que se da en las redes que arman las mujeres y a pesar de que no hay mucha bibliografía acerca de ella, resaltó sobre los logros que se dan en lo colectivo.

 

-En el contexto del Día del Amigo, es importante hablar sobre la amistad de las mujeres. ¿Desde la psicología hay algo acerca de esto?

La literatura escrita en psicología sobre la amistad entre mujeres es escasa. De todas formas, podemos abordar la temática desde una perspectiva clínica con estudios de casos, donde los procesos de formación y desarrollo de las distintas identidades están atravesados por el vínculo con los pares. O bien, podemos salirnos un poco de lo clínico e individual y situarnos en el campo de la psicología política, donde la amistad emerge como una herramienta poderosa entre los grupos sociales históricamente desfavorecidos, como el caso de las mujeres, en tanto permite una respuesta colectiva a circunstancias violentas o injustas. Creo que en el marco del día del amigo, pensar desde esta última concepción resulta interesante. Podemos partir del hito histórico que se conmemora el 20 de julio, es decir, la llegada del hombre a la luna como símbolo que hermana a todos los hombres del planeta. No es casual que, en la carrera norteamericana por la conquista del espacio, la hermandad entre mujeres queda excluida del discurso.

-A lo largo de los años se hizo hincapié en la competencia que tiene que existir entre las mujeres, este panorama cambió y se puede percibir que a partir de  la cuarta ola del feminismo otro tipo de relaciones. ¿Crees que esto es cierto y como se aborda desde lo psicológico el tema de las relaciones de amistad entre las mujeres?

Sí, es cierto. Desde la psicología social y política podemos pensar diversos factores que afectan la construcción y consolidación de vínculos de amistad entre mujeres y, por tanto, afectan de manera dramática sus trayectorias y calidad de vida. Entre ellos, por supuesto, el discurso capitalista que circula en la época y fomenta diversas formas de consumo y competencia. También entran en juego los procesos de socialización, donde se adjudican a varones y mujeres diferentes pautas sobre cómo deben sentir, pensar y actuar, en función del sexo como categoría biológica, configurando modos asimétricos de poder. En este contexto, surgen resistencias frente a la conformación de grupos de mujeres, porque implican una amenaza para el estatus quo. Por eso, nos hemos cansado de escuchar cómo se caracterizan las relaciones entre mujeres como superficiales, competitivas y traidoras.

Si bien nuestras elecciones, intereses y vínculos están, en parte, afectadas por modos estereotipados de relacionarnos en la esfera pública y privada, considero que es posible pensar en nuevas formas, distintas a la lógica patriarcal. Me refiero a relaciones más igualitarias, democráticas, solidarias y horizontales, basadas en el intercambio. Este es el modelo al que apuntan los movimientos de mujeres que han entrado al escenario político en las últimas décadas. En este escenario, la amistad entre mujeres no solo es posible, sino también necesaria para el desarrollo personal y colectivo.

– Las redes de amistad que tejen las mujeres sobre todo en un contexto de COVID-19, ¿Crees que son importantes para la psicología de una mujer que se encuentra encerrada con su agresor o que convive en otros ambientes con personas violentas?

Totalmente. En muchas ocasiones, la violencia de género suele pensarse como un asunto privado, sobre todo en San Juan donde las normativas en materia de género están circunscriptas al ámbito de la violencia familiar. A esta situación se le suma el contexto actual de emergencia sanitaria, donde no hay nada más privado que la normativa del confinamiento. Aparece el aislamiento social como respuesta a otro u otra que se sitúa como posible agente de contagio. En este escenario, las redes de amistad pueden favorecer el pasaje de lo privado a otro orden. En la mayoría de los casos, la posibilidad de enunciar una situación de violencia solo es posible en un espacio que aloje y contenga desde una escucha activa, paciente y no culpabilizante. Los vínculos basados en la ternura y solidaridad entre mujeres favorecen el relato. También me parece importante destacar los procesos de identificación entre mujeres, donde las experiencias y opiniones de algunas favorecen procesos reflexivos y críticos, de desnaturalización de algunas situaciones de violencia, no percibidas como tales en otras. Una vez que se pudo poner en palabras el acontecimiento traumático, las redes de amistad funcionan como soporte durante el proceso que continúa y que, por lo general, aparecen diversos factores que obstaculizan la decisión: la dependencia económica con su agresor, el temor a las  represalias, la re-victimización por parte del sistema de justicia, la escasa protección, la crianza de hijos o hijas, entre otros.

-Otro tema que viene a derribar el feminismo, es el lema que se planteó décadas atrás sobre que la amistad entre el hombre y la mujer no existe y actualmente se ofrece una nueva mirada; pero ¿Desde la rama de la psicología se puede afirmar que existe la amistad entre diferentes géneros?

Creo que aquí son dos preguntas distintas. La amistad entre los géneros por un lado, y la amistad entre el hombre y la mujer por el otro. Una apunta a la diferenciación de género y otra a la diferenciación sexual. En general, creo que la época nos conduce a la disolución del lazo social. Hay un repliegue, una vuelta al narcisismo. Afirmar la existencia o no existencia de la amistad nos compromete a un debate filosófico, y por qué no psicoanalítico, que sería muy extenso de abordar. En este punto creo que es mejor hacerse preguntas antes que ofrecer respuestas. Yo me preguntaría ¿Qué es la amistad? ¿En qué condiciones en posible? ¿Qué es ser varón? ¿Qué es ser mujer? ¿Se puede hablar de amistad cuando existen relaciones de poder asimétricas? ¿Las relaciones de poder atraviesan todas nuestras relaciones? ¿Sería posible alguna relación en estos términos?

-¿Qué tan importante es la amistad?

Desde el momento mismo en que advenimos a este mundo, nos encontramos en un estado de indefensión, de dependencia primaria con otros significativos. En ese primer momento, el estudio de los vínculos está más asociado a la vida familiar. En una segunda instancia, aparecen los lazos de amistad, sobre todo a partir del juego de pares en niños y niñas. Es allí donde se observa el pasaje de cierto narcisismo al descentramiento, es decir, a la apertura en los vínculos. Esto último solo es posible mediante procesos de identificación que sitúan al amigo o amiga como semejante. La función de la amistad siempre viene acompañada de cambios en la propia estructura. Entonces, la amistad está implicada en los procesos de individuación y autonomía, como así también en procesos identificatorios que estimulan el debate sobre temas de interés y el desarrollo de respuestas singulares posturas frente a las normas sociales y adultas. Así, aparece la amistad como un factor importante en la constitución subjetiva y la inclusión en el lazo social.