Cuando Ester Mancera recibió por primera vez a una mujer sorda víctima de violencia en el dispositivo de emergencias de la Ciudad de Buenos Aires, tuvo conciencia cabal de las barreras de comunicación. Fue como si existiera entre ellas un muro infranqueable. La mujer estaba en situación de calle. No sabía lengua de señas ni estaba oralizada. Ester, que había trabajado con temas de derechos humanos y accesibilidad desde la adolescencia, se sintió impotente: no podía ayudarla.
“Nunca me había imaginado un grupo de mujeres totalmente excluidas. ¿Adónde llamaba una mujer sorda que era víctima de violencia? Con la intérprete que vino en ese momento, que pudo entender a aquella mujer porque manejaba un sistema de señas casero, muy básico, empezamos a averiguar la problemática y temáticas de la comunidad sorda para hacer algo“, recuerda.
No fue fácil concretarlo. Estaban decididas a no construir nada sin la participación de esa comunidad, pero la verdad es que nadie acudía a sus repetidas convocatorias. “Primero, porque no éramos sordas y después porque los miembros de las comisiones directivas de las organizaciones de sordos y sordas, eran todos varones y la violencia de género no era un tema de su interés”, explica.
Las cosas empezaron a mejorar cuando la legisladora Virginia González Gass les ofreció hacer una citación desde la Legislatura. Así fue que encontraron la horma de su zapato y se unieron a Fundasor, la Fundación de Padres y Familiares de Personas Sordas. De la alianza entre esa ONG y Enlaces Territoriales para la Equidad de Género, la asociación que integraba Ester, nació Sordas sin Violencia.
El nombre lo eligieron las chicas sordas. A las oyentes, les parecía duro, pero ellas insistieron en que era el adecuado. A la primera actividad, asistieron 60 personas, 40 de ellas sordas. En marzo del 2016, organizaron una proyección de la película Refugiados, de Diego Lerner. “Nos quedamos cortas de sillas, vinieron 106 personas. Fue muy fuerte, porque dieron su testimonio varias espectadoras que habían pasado una situación similar a la de Julieta Díaz, el personaje, que tiene que huir con su hijo de un violento. Hubo debate y anunciamos que a partir de la semana siguiente íbamos a empezar a atender a quienes nos necesitaran”, dice Ester.
El primer día de consulta, apareció una mujer de 62 años que venía siendo víctima de violencia de género desde los 16 por parte de su marido, que era oyente. “Su nivel de exclusión era absoluto. Los plazos para la denuncia son largos, por lo general diez años, pero en este caso habían sido más de 40. Ella nos dijo que si hubiera contado con un dispositivo como Sordas sin Violencias, hubiera denunciado mucho antes“, sostiene Ester.
La organización cuenta con el apoyo de una empresa de blanquería con responsabilidad social que le suministra los espacios que necesitan para funcionar. Tiene una página web y utiliza mucho las redes sociales que usa la comunidad sorda, Instagram y Facebook.
El whatsapp también es un medio frecuente. “A veces, no pueden llamarnos porque está el violento presente -cuenta Ester-. Entonces, les pedimos que graben un video en lengua de señas y nos lo envíen”.
“En la mayoría de los organismos estatales, no hay intérpretes ni mediadora sorda que haga de puente entre las dos culturas, la sorda y la oyente y detecte cortocircuitos. Entonces, ¿qué pasa cuando una chica sorda se dirige por ejemplo a la policía y la recibe una oficial que no la entiende y ella no comprende bien lo que le dan a firmar? Ante la barrera, abandona esa situación o firma cualquier cosa sin saber”, precisa Mariana Reuter, mediadora sorda.
Si una víctima llega a Sordas sin Violencia, encuentra en cambio una par, una mujer con la que se puede comunicar, con la que hay empatía. Hay una situación de igualdad. Entonces, se la invita a participar con el equipo en el diseño de estrategias para salir de la situación de violencia respetando su decisión y sus tiempos.
“Cuando los profesionales oyentes en los lugares adonde van a denunciar o atenderse ven llegar a una mujer víctima de violencia de género acompañada por un equipo de intérprete y mediadora generamos un impacto. Nosotras ahí explicamos que respetamos su trabajo pero que tienen que respetar el tiempo de comunicación para que la mujer sorda pueda llegar a manifestar todo lo que siente de manera completa“, agrega Mariana.
Los materiales de información escritos no siempre sirven: muchas mujeres sordas no comprenden el español o no lo hacen a la perfección, porque la “gramática sorda” es distinta. Además, pocas pudieron acceder a la escuela media y la mayoría apenas completó la primaria. Por eso, cuando tienen que ir a firmar un documento relacionado con la denuncia el acompañamiento es fundamental.
Las relaciones de género en la comunidad sorda no son diferentes de las de la sociedad en general. “Cuando el violento es un sordo, muchas veces lo encubren o justifican. Pero cuando es oyente, la asimetría de poder es mucho mayor. ‘Yo puedo hacer con vos todo lo que quiero, dependés de mí totalmente’. Como la mujer víctima no tiene comunicación, le roban el certificado de discapacidad, le cobran el subsidio y se lo sacan. No les pasan información, se apoderan incluso de los hijos“, relata Ester.
La lengua de señas no incluía palabras relacionadas con la temática de género y hubo que iniciar un proceso de creación que todavía no ha terminado. “Había una seña para violencia, pero no para violencia de género, no para violencia psicológica o económica. Incluso, algunas señas referidas a los homosexuales tenían un contenido profundamente discriminador”, rememora Mariana. La ausencia de términos de este tipo hacía todavía más trabajoso el proceso de denuncia.
Las integrantes de Sordas sin Violencia están entrenadas para actuar rápidamente en situaciones de emergencia. “Muchas veces, nos hemos visto arriba de un patrullero sosteniendo a alguien que fue objeto de una agresión”, admite Ester.
Hubo que modificar el mecanismo del botón antipánico, que era inútil para las mujeres sordas, porque era necesario hablar. Se diseñó uno adecuado primero incorporando un whattsapp y luego un teléfono, con la participación de una mujer policía que habla en lengua de señas en videos cortos.
Además de la asistencia, Sordas sin Violencia implementa talleres de concientización en escuelas y hospitales, desarrolla materiales audiovisuales y guías de recomendaciones de acceso a la justicia accesibles.
La organización fue premiada como proyecto innovador por las Naciones Unidas, lo que le valió un reconocimiento económico que le permite funcionar. Es una iniciativa única en su tipo que están tratando de replicar en otros países. Fue invitada a exponer por la ONU en Nueva York. “Viajamos juntas, oyentes y sordas. Para ellas, fue una experiencia increíble“, concluye Ester. Una exposición en un congreso internacional en Francia, sin embargo, se vio frustrada por falta de fondos.
Para contactarse con Sordas sin Violencia
Facebook Sordas sin Violencia
Whattsapp 11 7287 3691
Fuente: TN