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En el palier de un edificio de departamentos del barrio de Villa Urquiza un hombre grita, golpea con sus puños una puerta. Del otro lado, una mujer intenta evitar el escándalo: es de madrugada y sabe que él no parará. Entonces le abre la puerta. Ahora los gritos son en el living, en el cuarto, en la cocina. Y los golpes, a ella.

Es cualquier mes de 1986 o de 1987, no importa cuándo. Ya separados, Carlos Monzón irrumpía en el departamento en el que Alicia vivía junto al pequeño hijo en común, Maximiliano, de cinco años. La escena se repetiría a lo largo de un año y cuatro meses hasta que el 14 de febrero de 1988 la asfixió y la tiró del balcón del chalet en el que él veraneaba en Mar del Plata.

Hasta allí había viajado Alicia para hablar de la manutención de Maxi. Cuatro meses antes, su madre, Alba Calatayud de Muñiz, había denunciado a Monzón en la comisaría 39a de Villa Urquiza por “disturbios, amenazas y violación de domicilio”. Alba dormía en la casa de su hija cuando Monzón llegó borracho. Alicia, aterrorizada, le había dicho “Quiere entrar pero está borracho”.

En un manuscrito que acompañó la demanda civil por alimentos, Alicia contaba: “Yo, Alba Alicia Muñiz Calatayud conviví con el señor Carlos Monzón desde mayo de 1979 hasta el 12 de agosto de 1986. Mi separación se dio por problemas de agreciones [sic] y situaciones críticas estando Carlos siempre en estado de ebriedad. La madrugada del 11 de agosto de 1986 se puso como loco diciendo que me iba a matar y me dio un cachetazo estando el nene, o sea Maximiliano delante y escuchando todas las barbaridades que decía que me iba a hacer cuando vi que me arrinconó y me iba a pegar de manera brutal le pedía por fabor [sic] que no lo hiciera que Maxi estaba allí mirando, que estaba aterrorizado, al ver que no me escuchaba y estaba fuera de control total, salí corriendo como pude (…)”.

Raúl Torre, doctor en criminalística, recuperó ese material y hoy lo enseña en sus clases universitarias. En las diapositivas que les muestra a sus alumnos aparece también el caso de Carolina Aló, la chica de 17 años que su novio Fabián Toledo, asesinó de 113 puñaladas en 1996. Para Torre, las muertes de Alicia y Carolina son casos emblemáticos de la violencia de género.

El texto de Alicia, de puño y letra, continúa: “(…) diciendo que yo no tenía nada, que todo lo que tenía era de él, que me iba a romper todo, que me iba a matar. Al otro día le dije que así tampoco podíamos seguir, que él no cambiaba más y que yo ya no aguantaba más, que no sabía qué iba a hacer, que me dejara tranquila vivir con el nene. Lo hizo por unos díashasta que volvió a aparecer como siempre a cualquier hora de la madrugada, tocando timbre borracho y había que aguantar todo lo que se le ocurriera hacer o decir. Nunca me animé a no abrir la puerta no sé si por miedo al escándalo o a qué”.

Alicia y Carlos vivieron juntos la noche marplatense del 13 de febrero, las vísperas del crimen. Estuvieron con Sergio Velasco Ferrero, que festejaba su cumpleaños en el hotel Provincial, pasaron por el Club Peñarol y por el casino. De madrugada, volvieron al chalet que Monzón compartía con el actor Facha Martell, en la calle Pedro Zanni 1567. Era 14 de febrero, día de los enamorados y Alicia había muerto.

Al día siguiente, el 15 de febrero de 1988, La Prensa tituló Monzón incomunicado por la muerte de su esposa en confuso episodio”, La Nación“En confuso hecho murió la ex mujer de Monzón, quien está herido y detenido”. Unos días más tarde, Clarín publicó “A trompadas con el amor” y, Le Monde“El primer nockout de Monzón”.

Durante la reconstrucción policial en el chalet, Monzón dijo que Alicia se había tirado y que él, al intentar detenerla, cayó también. Pero la autopsia reveló algo que sucedió antes: Alicia había sido estrangulada.

Acorralado por el juez Jorge García Collins, Monzón dijo que le había dado “un bife”. También que la había agarrado del cuello, mientras ella lo golpeaba. En otra declaración, también frente al juez, dijo que les había pegado “a todas mis mujeres y nunca les pasó nada”. Antes, por las fracturas que sufrió, estuvo internado en un hospital de Mar del Plata. Allí declaró “No le pegué, porque si le pego la mato”.

De la mano del femicidio, nace, acaso, el primer mediático de los medios argentinos: Rafael Crisanto Báez, “el cartonero”. Báez cirujeaba en el barrio de La Florida de Mar del Plata cuando lo vio a Monzón tomar a Alicia del cuello, cargarla sobre sus hombros “como una bolsa de papas y la tiró por el balcón”.

Sus dichos coincidían con lo que el cuerpo de Alicia decía pero él llamaba más la atención de los medios y la opinión pública.

La segunda autopsia –se pidió hacer porque en la primera no se habían confirmado las lesiones del cuello-, confirmó que Monzón le había pegado una “trompada mortal” sobre la ceja derecha y le había quebrado el hueso hioides (la nuez de Adán).

También que faltaba un músculo. Los peritos se anoticiaron por la doble costura: en un intento de borrar pruebas, alguien quitó los puntos, robó el músculo y volvió a coser. Fue en vano: el pulmón conservaba las huellas de la asfixia.

Carlos Monzón fue condenado a once años de prisión por fallo unánime el 3 de julio de 1989, por homicidio simple. Como Alicia y Carlos no estaban casados no aplicaba el agravante por el vínculo. La noticia compartía la tapa de los diarios junto a los últimos días en el poder del presidente Ricardo Alfonsín: en el contexto de una hiperinflación y una devaluación del 150% había presentado su renuncia al Congreso de la Nación.

En 1993, dos años antes de la muerte de Monzón, el periodista Guillermo Andino lo entrevistó en la cárcel de Las Flores. Le preguntó “¿Cómo era tu relación con Alicia Muñiz en esos días?”. “Muy felices, estábamos enamorados. Yo la quiero, la sigo queriendo. Sigue siendo la mujer de mi vida. Nunca la golpeé. Pagué los platos rotos por el hombre golpeador, boxeador. Todas mentiras. Pregúntenle a las mujeres que tuve anteriores a Alicia.

Una de ellas, la primera, María Beatriz García, “Pelusa”, lo denunció infinidad de veces por violencia. En una de las golpizas, Pelusa se defendió a los tiros: uno le dio en la espalda a Monzón (la bala quedó alojada). Otra, Susana Giménez, que estuvo en pareja con él durante cuatro años, confesó, mucho tiempo después, que se separó porque sentía que podría morir.

Fuente: Infobae